Uno da. El otro retribuye en la misma especie y proporción. Reciprocidad, definida en una línea. No era tan difícil.
Es para ellos una ardua tarea establecer pautas o reglas. Todo es bastante laxo en ese sentido, habida cuenta que su relación se cimenta sobre la ruptura flagrante de todas las normas y convenciones. Arrasando con principios éticos, pruritos o escrúpulos como un jinete enardecido que enarbola la bandera de los sentimientos, convencido de que eso es suficiente para justificarlo todo. Y no. A veces no alcanza.
Y es así que caminan en las sombras aún sin notarlo, ignorando a los demonios que se cobijan en esa oscuridad traicionera dispuestos a emboscarlos ante el menor descuido. Ellos se sienten fuertes juntos. Pero no están juntos todo el tiempo, y cuando las circunstancias los separan, se debilitan. Son vulnerables.
El sabe lo que tiene entre manos. Sabe cuán valioso y volátil es. Y sabe también de su evanescencia.
El no puede pedir el cielo, porque no puede ofrecerlo. Pero si ofrece una estrella, espera otra a cambio. Igual de única y brillante, para no quedarse con las manos vacías.
Reciprocidad.
Lisa y llanamente.
Toma y daca
1.7.08 | dijo Bill en 9:04
and she thinks
29.6.08 | dijo Scarlett en 18:06
Etiquetas: interiores
Estructurado
El necesita contornos, límites, líneas de cal. No concibe un ring sin cuerdas en sus cuatro costados. El precisa saber que existen normas, reglas, premios y castigos. Si en su osadía decide traspasarlas, será por su cuenta y riesgo. Pero no le pidan que él decida lo que está bien y lo que está mal. El necesita leerlo, sentirlo, hacerlo carne. Saber que en torno a su edificio hay andamios y aparejos perfectamente ensamblados, sosteniendo la estructura. No concibe un mundo sin definiciones, sin rótulos, sin un nombre propio para cada cosa, sin un puntaje para cada conducta, sin un parámetro o una referencia para medir, para mensurar cada vez, cada instante, cada movimiento. Debe saber si el paso que dio es más largo que el anterior, si es mejor o peor, si su vecino lo dio de otra manera, si el mundo lo vio dar ese paso, si Dios lo aprobó o lo condenó por hacerlo. El abdica del libre albedrío, de la libertad absoluta, del laissez faire. El puede obrar bien u obrar mal. Nunca simplemente “obrar”. El necesita un plano, un manual de instrucciones, una oportunidad de decir “no me juzguen. Yo lo hice como se suponía que debía hacerse, ya que así estaba escrito”. O bien “Desobedecí las reglas a conciencia, y aquí estoy para pagar el precio. Ofrezco mi cabeza en una bandeja…Porque estoy a la altura”.
27.6.08 | dijo Bill en 14:17
polifónica
dijo Scarlett en 7:01
Etiquetas: interiores
Al garete
Las artes del buen actuar implican que primero hay que pensar, sopesar, planear, calcular las consecuencias que los actos tendrán para uno o terceros y recién ahí (y no antes) ejecutar sin vacilaciones.
El nunca había aprendido aquella lección a pesar de los golpes –tantos, tan duros- que la vida le había propinado justo entre los ojos.
Instinto. Todo era cosa del puto instinto.
Por qué esa animalidad lo anulaba, engullendo su raciocinio de un bocado?
Una vez más la respuesta era un encogerse de hombros y arremeter. Siempre arremeter.
Su balsa nunca había tenido un timón sólido. Y de haberlo tenido, él lo hubiera hecho astillas a golpes hasta que le sangraran las manos.
El sabía que elegir su propio camino sólo podía llevarlo a destinos inciertos, como si su alma estuviese habitada por alguien (algo) que todo el tiempo conspirara para colgarle del cuello la roca de la perdición.
No. No sería él quien elevara su índice hacia el horizonte instando a la travesía temeraria.
Con el timón hecho pedazos se dejaría llevar por la corriente, confiando. Creyendo.
El no elegiría a sus adversarios. Ya la vida se encargaría de plantarlos en su camino uno tras otro. Día tras día…
Podía contar con ello.
Y habría que estar a la altura.
23.6.08 | dijo Bill en 19:12
dijo Scarlett en 7:58
Etiquetas: a la sombra