Ella dijo que no, primero. Después, lo pensó mejor. O mejor dicho: no lo pensó más. Decidió que era mejor vivir sin pensar. Sin pensar más en eso específicamente, por lo menos, porque para qué.
Y ella hace cosas todo el tiempo, un poco así: las mira, las sopesa y las olvida. Sólo cuando las olvida puede hacerlas efectivamente. Y si alguien le preguntara para qué o por qué hizo eso o qué estaba pensando cuando decidió hacerlo, ella no sabría qué contestar. Ella nunca sabe qué motor extraño la lleva por lugares inusitados. Quiere imaginar que no es la única. Que todos los demás hacen lo mismo. Que no saben bien a dónde van. Saben que van y eso es todo. El 'a-dónde' no es otra cosa que una excusa para ponerse en movimiento.
El 'a-dónde' ahora son las sombras. La luz del sol es un recuerdo o una construcción imaginaria en su cabeza, porque justo ahora se pregunta si alguna vez estuvo de cara al sol o si el recuerdo de haber estado frente a él no fue más que un espejismo lo suficientemente vívido.