Estructurado

El necesita contornos, límites, líneas de cal. No concibe un ring sin cuerdas en sus cuatro costados. El precisa saber que existen normas, reglas, premios y castigos. Si en su osadía decide traspasarlas, será por su cuenta y riesgo. Pero no le pidan que él decida lo que está bien y lo que está mal. El necesita leerlo, sentirlo, hacerlo carne. Saber que en torno a su edificio hay andamios y aparejos perfectamente ensamblados, sosteniendo la estructura. No concibe un mundo sin definiciones, sin rótulos, sin un nombre propio para cada cosa, sin un puntaje para cada conducta, sin un parámetro o una referencia para medir, para mensurar cada vez, cada instante, cada movimiento. Debe saber si el paso que dio es más largo que el anterior, si es mejor o peor, si su vecino lo dio de otra manera, si el mundo lo vio dar ese paso, si Dios lo aprobó o lo condenó por hacerlo. El abdica del libre albedrío, de la libertad absoluta, del laissez faire. El puede obrar bien u obrar mal. Nunca simplemente “obrar”. El necesita un plano, un manual de instrucciones, una oportunidad de decir “no me juzguen. Yo lo hice como se suponía que debía hacerse, ya que así estaba escrito”. O bien “Desobedecí las reglas a conciencia, y aquí estoy para pagar el precio. Ofrezco mi cabeza en una bandeja…Porque estoy a la altura”.