Toma y daca

Uno da. El otro retribuye en la misma especie y proporción. Reciprocidad, definida en una línea. No era tan difícil.

Es para ellos una ardua tarea establecer pautas o reglas. Todo es bastante laxo en ese sentido, habida cuenta que su relación se cimenta sobre la ruptura flagrante de todas las normas y convenciones. Arrasando con principios éticos, pruritos o escrúpulos como un jinete enardecido que enarbola la bandera de los sentimientos, convencido de que eso es suficiente para justificarlo todo. Y no. A veces no alcanza.

Y es así que caminan en las sombras aún sin notarlo, ignorando a los demonios que se cobijan en esa oscuridad traicionera dispuestos a emboscarlos ante el menor descuido. Ellos se sienten fuertes juntos. Pero no están juntos todo el tiempo, y cuando las circunstancias los separan, se debilitan. Son vulnerables.

El sabe lo que tiene entre manos. Sabe cuán valioso y volátil es. Y sabe también de su evanescencia.

El no puede pedir el cielo, porque no puede ofrecerlo. Pero si ofrece una estrella, espera otra a cambio. Igual de única y brillante, para no quedarse con las manos vacías.

Reciprocidad.

Lisa y llanamente.